Proponemos en este artículo un ritual de reparación por los niños no nacidos de manera provocada o espontánea. Este acto extraordinariamente sanador nace de una experiencia particular que ha tenido lugar en el Centro Takiwasi, en Perú, dentro de un marco terapéutico cuyo origen explicaremos en seguida.
La experiencia clínica de tres décadas nos ha mostrado las serias consecuencias, a veces dramáticas, de los abortos cuyas incidencias físicas, psíquicas y espirituales son a menudo silenciadas o en gran medida subestimadas. El síndrome post aborto es generalmente encubierto o minorado por la comunidad médica. En cambio, cuando la reparación se efectúa correctamente, los beneficios en estos tres niveles son evidentes.
Nos situamos personalmente en un enfoque cristiano, y es dentro de esta espiritualidad que hemos elaborado las oraciones que acompañan este ritual. Dicho esto, consideramos que estos aportes pueden ser modificados, corregidos y enriquecidos. Por otra parte, esta fórmula no es exclusiva de los cristianos y no significa que las personas que utilizan este tipo de reparación comparten esa fe o se adhieran a ella. Acerca de la validez de las formas cristianas de este sacramental, nos sometemos a la autoridad de la Iglesia para su evaluación.
En el año 2000, una señora francesa de unos sesenta años, llamada Françoise, se pone en contacto conmigo por correo y me pide de venir al Perú, al Centro Takiwasi, con el fin de seguir un proceso terapéutico que asocia psicoterapia occidental y el uso de las plantas medicinales amazónicas. Esto comprende entre otras técnicas, la toma de Ayahuasca, mezcla psicoactiva ancestral que juega un rol esencial en las iniciaciones indígenas y aquí es integrada como un instrumento de exploración de la psiquis profunda. Cuando Françoise me describió su situación clínica, un cáncer terminal de ovarios con derrames de ascitis, le señalo la imposibilidad de recibirla visto los riesgos que esto implica. El viaje es difícil, el Centro Takiwasi no es una clínica equipada con los servicios médicos suficientes para ocuparse de este tipo de casos. A pesar de su insistencia, mantengo mi negativa. Me solicita entonces una entrevista en mi próximo viaje a Francia, lo cual acepto.
Cuando la veo en Francia un tiempo después, me encuentro con una mujer con una muy mala condición física en general y al mismo tiempo con un fuerte deseo de no morir sin saber “de qué se está muriendo”. Su vientre abultado parece el de una mujer embarazada, pero es debido en gran parte al derrame abdominal de ascitis que debe ser puncionado con regularidad. Estoy conmovido por su pedido que no es el de la cura en sí, casi imposible en esta etapa, sino de una comprensión de su vida, las razones que llevan a la muerte. Ella está dispuesta a tomar los riesgos de un largo viaje y su familia acepta su voluntad, aun cuando ella muera durante el traslado. Luego de tomar las precauciones necesarias para una posible repatriación además de las garantías familiares, y el compromiso de seguir mis instrucciones al pie de la letra, incluyendo un retorno precipitado su fuera necesario, acepto ayudarla a obtener una respuesta a esta pregunta existencial y vital para ella, recibiéndola en Perú por un mes. Françoise se hace extraer varios litros de ascitis justo antes de subir al avión. Soportará bien el viaje y llega a Takiwasi para seguir un proceso terapéutico con ayahuasca y otras plantas.
En la primera sesión de Ayahuasca, ella ve un terremoto: simbólicamente un sismo interior se prepara para ella. Luego tiene una visión terrible: ¡se ve vestida como oficial de la SS alemana! Esta visión es muy desagradable para ella y no entiende lo que significa. En su historia de vida no tiene ninguna relación personal o familiar con el régimen nazi y los acontecimientos de la segunda guerra mundial.
Los símbolos nazis aparecen con frecuencia en la sesión de Ayahuasca y señalan la existencia de un culto a la muerte. La esvástica, rueda de la vida en el hinduismo, es aquí invertida, y por lo tanto indica la "rueda de la muerte". Esto nos indica no sólo una forma de indiferencia hacia la vida sino una actitud activa y voluntaria de celebrar las fuerzas de Thanatos. Cuando propuse esta "lectura" al día siguiente, ella todavía no asocia este símbolo con algo específico para ella.
En la segunda sesión de Ayahuasca se aclara este punto y jugará un papel central en el proceso. Oyó una voz que identificó como la de la Sabiduría y que le preguntó si realmente quiere saber de qué va a morir. Ella responde "sí". Luego viene la respuesta: "Tú mueres de la muerte que tú has sembrado en tu vientre y en el vientre de las mujeres."
Françoise entiende. Alrededor de los 20 años, ella encuentra un hombre “de paso” y quedará una sola noche con él durante la cual tendrá una relación sexual. El hombre desaparece y ella se descubre embarazada. Su padre le insta a abortar el hijo no deseado y sin padre... y, bajo presión, finalmente acepta el aborto. A continuación explica cómo se desarrolla a partir de ese momento el odio a los hombres cristalizado en el hombre que la abandonó y en su propio padre que le ordenó matar a su hijo. Entonces, decidió despedir a los hombres de su vida y sólo tendrá relaciones homosexuales, sin tener otro hijo. Es enfermera de profesión y decide entonces "ayudar" a otras mujeres en situación similar ya que la ley francesa no permite aún el aborto. Françoise las lleva a países vecinos donde el aborto es legal y dedicará a ello gran parte de su vida.
La voz de la Sabiduría es su maestra y le dijo: "Los niños no nacidos no están muertos, ya que se tiene que nacer para poder morir. El nacimiento es la llegada a la luz del día y se acompaña del reconocimiento de la singularidad del niño por sus padres y de la humanidad, simbolizado a través la otorgación de un nombre propio. El alma de estos niños está bloqueada en su proceso de evolución, a la espera de lo que les ha faltado: un cuerpo que llega a la luz del día, el reconocimiento como un ser humano único y la vuelta a la tierra en el momento de la muerte. ¿Quieres arreglar tus errores? ". Ella asiente con la cabeza. Se le indica entonces los pasos a seguir para reparar esos abortos mediante un ritual y que retome las etapas esenciales de la vida de todo ser humano:
- Conformación del cuerpo del niño con arcilla con todo el amor que el niño debería haber recibido a su llegada;
- Asignarle un nombre único;
- Enterrarlo luego en la orilla del pequeño río que discurre por el Centro Takiwasi.
La experiencia clínica de tres décadas nos ha mostrado las serias consecuencias, a veces dramáticas, de los abortos cuyas incidencias físicas, psíquicas y espirituales son a menudo silenciadas o en gran medida subestimadas.
Después de esta sesión abrumadora, Françoise me pide que realice este ritual con ella, no sólo para guiarla, sino también para representar la figura masculina positiva que ha faltado en su vida. Estoy de acuerdo, señalándole que siendo cristiano, católico, lo único que le puedo ofrecer son oraciones incluidas en mi vida espiritual y que hagan sentido para mí. Una vez conseguida su aprobación, preparo una serie de lecturas tomadas de la Biblia y de los libros de la oración cristiana.
El ritual se llevó a cabo conforme con su visión y acompañado por las oraciones y la bendición del cuerpo simbolizado del niño y la de Françoise representando al mismo tiempo la madre de todos estos niños abortados. Françoise estuvo muy emocionada durante la realización del ritual y lloró abundantemente.
En la tercera y última sesión de Ayahuasca que siguió el ritual, Françoise ve una serie de pequeños corazones rojos elevarse de la tierra al cielo. Estas son las almas liberadas de los niños. Le aparece, entonces, una gran boca que le dice: "Yo soy la boca que pronuncia la Verdad. Me puedes hacer una sola pregunta. "Ella le pregunta:" ¿Estoy curada? ". La respuesta es inmediata: "Tú estás curada".
En la víspera de su regreso a Francia, Françoise tiene un sueño significativo que pone punto final a su proceso de curación espiritual. Se ve montada en un caballo como una valiente guerrera yendo al combate, recordando a Juana de Arco, y delante de ella "retrocede el ejército nazi."
Tres meses después de su regreso a Francia, recibo un fax de Françoise, que comienza con estas palabras "Cuando recibas este fax ya no estaré en esta tierra..." y continúa dando las gracias por su "sanación".
Los efectos de las sesiones de Ayahuasca están condicionados por diversos factores (lugar del ritual, calidad de la bebida, dosis, preparación de la persona, pericia de los maestros curanderos, etc.) pero en nuestra opinión lo esencial reside en la intención de la persona. Esto es lo que guiará el proceso y le dará sentido. La sinceridad de aquel que toma Ayahuasca es fundamental. La motivación de Françoise y su intención son claras y eso es lo que me decide a tomar el riesgo de que venga al Perú, a pesar del entorno adverso. Françoise, frente a la proximidad de la muerte, fue muy activa, en la realidad, y muy lejos de la actitud de una simple curiosa o de una "turista neo-chamánica". Su pregunta era vital para ella. Ella no pide sanar físicamente, pero busca ante todo el significado de su muerte y por lo tanto de su vida: su petición es de orden espiritual.
La Ayahuasca permite un proceso gradual de comprensión e integración del simbolismo que surge en las sesiones terapéuticas. Vemos claramente las etapas de sus tres sesiones: el anuncio de un desorden (de una conversión, hay que decirlo) y la toma de conciencia de su culpa; la enseñanza de esta culpa y las maneras de repararla; el ritual de reparación y la liberación y respuesta a su expectativa de curación; la confirmación de la curación-conversión. La Ayahuasca es tradicionalmente presentada como una maestra y vemos muy bien aquí la pedagogía que guía el proceso.
La Ayahuasca juega aquí un rol de vínculo y apertura al mundo espiritual, no es ella que responde propiamente hablando, sino que facilita y permite esta comunicación con "lo que tiene sentido." Frente a Françoise se encuentra la Voz de la Sabiduría, la Voz de la Verdad que trasciende la Ayahuasca en sí misma y el contexto, y da las respuestas en una especie de diálogo esencial, de enseñanza y de orientación trascendental.
La Ayahuasca se expresa en la psiquis del sujeto de una manera simbólica, como en un sueño final que se hace eco de la primera visión (la relación con el nazismo). Este simbolismo incluye todas las dimensiones del ser, de lo físico (sensación de un terremoto), lo emocional o psico-afectivo (ansiedad, miedos...), lo espiritual (el nazismo, Voz de la Sabiduría y la Verdad). Algunas de las imágenes o escuchas no necesitan interpretación y son inmediatamente claras para el sujeto, otras requieren una lectura simbólica.
El proceso de Françoise tiene dos dimensiones rituales, una realizada con las plantas y la que encuadra la reparación que le ha sido indicada. Ambas están marcadas por una interpretación estricta que les permita ser operativa. El ritual de la ayahuasca en Takiwasi se ha desarrollado, de acuerdo con las enseñanzas de los antiguos maestros curanderos de la Amazonía, que nos han pasado su conocimiento y también por las indicaciones que surgen en nuestro proceso personal, a través de sueños y visiones. También podemos apreciar que el ritual de la reparación de abortos se estructurará a partir de la información proporcionada por la visión de Françoise, como una enseñanza y una exigencia del mundo espiritual. No se trata de una elaboración sentimental o estética, sino de poner en acción los procesos eficaces y precisos que encuentran su justificación en el sentido que son portadores y su coherencia profunda con las leyes espirituales que Françoise ignora totalmente en el nivel consciente. Alrededor de la estructura dominante que está indicada reside un área de expresión personal (Françoise que me pide de representar lo masculino positivo o yo mismo que elijo ciertos textos de acuerdo con mis sentimientos).
El ritual asume una función de interfaz entre el mundo de las realidades sensibles y aquellas de las realidades invisibles. Se crea un campo delimitado en el tiempo y el espacio que permite la combinación o la coincidencia de espacios-tiempos. Esta "condensación" del ritual puede ser eficaz más allá de los límites ordinarios de espacio-tiempo. Así, durante las sesiones de ayahuasca, Françoise encontrará al mismo tiempo la cantidad de abortos que se practican desde hace muchos años pero que se "resume" en la "mala conducta" esencial que podrá ser reparada por "un ritual único." Del mismo modo, sólo un niño modelado representa a todos los niños sin que sea necesario modelar a tantos niños como abortos a ser reparados: es entonces una pequeña cantidad de corazones que están en libertad y confirman que la reparación llega a todos.
Los símbolos nazis aparecen con frecuencia en la sesión de Ayahuasca y señalan la existencia de un culto a la muerte.
Además, el ritual de la reparación, ritual de la formación y el entierro, muestra en algunos momentos la vida de estos niños: la gestación (modelado de la arcilla), el nacimiento, la acogida en el seno de la sociedad de los hombres (nombre y la bendición), la muerte y el regreso a la tierra.
Basado en la experiencia de Françoise, el aborto provocado se corresponde exactamente con un asesinato que siembra la muerte no sólo de estos niños, sino también en el corazón de las personas que lo deciden o lo practican. Françoise es una persona que siembra la muerte y se convirtió en la primera víctima. Se convertirá a la vez en la víctima y en verdugo de otros pero también de ella misma. Ella ahora está “embarazada” de ascitis, un agua de la muerte. Las circunstancias atenuantes que rodean su acto inicial (abandono del padre del niño y su padre, su juventud, su ignorancia, su consternación ante esta situación inesperada) no suprimen la falla que requiere reparación. Del mismo modo la "buena voluntad" para "ayudar" a otras mujeres no la exime de la responsabilidad y al contrario su elección deliberada de seguir en este camino confirma que su propio aborto consistía ya en sembrar la muerte, como luego lo hará" en los vientres de las mujeres”. También su gesto "altruista" hacia otras mujeres que sufren está habitado por una dimensión de odio reaccionario a su sufrimiento, su odio hacia su padre y en general a todos los hombres. También decidirá no tener una relación afectiva y sexual con los hombres, y se declarará lesbiana. El odio hacia sí misma, ya que no ha sido capaz de decir "no" a las órdenes letales de su padre. Su sufrimiento no llega a ser transformado en amor, en compasión, para evitar que otras mujeres se hagan abortos, sabiendo resistir a las presiones negativas del entorno humano y social, encontrando el apoyo necesario que les falta, y no sufren como ella ha sufrido. Ella optó por proyectar su odio hacia los hombres que embarazan a otras mujeres de manera irresponsable, sin atribuir al parecer, co-irresponsabilidad de estas mujeres, y de alguna manera de ajustar cuentas con su dolorosa historia a través de otras víctimas. En primer lugar es su sufrimiento que ella quiere tratar, olvidando a su hijo abortado y a los que ayudará a eliminar. La complicidad de la muerte tendrá prioridad sobre la complicidad de la vida. Podemos suponer también que el peso de la culpa por sus acciones se reduce a esta justificación de "altruista" hacia sus semejantes. La culpa compartida y "estandarizada" se vuelve menos pesada. Françoise no encuentra el camino del perdón, debe pedir perdón a sí misma, a su hijo, y tiene que ofrecer el perdón a su padre y al hombre que la abandonó. Cualquieras sean las circunstancias que han rodeado a este hombre anónimo, es ella la que sí aceptó el acto sexual, que no ha sido impuesto. Es ilustrativo que ella incorpore la necesidad de una figura masculina positiva en el ritual y se deje guiar y dirigir por un hombre en este acto de reparación.
La referencia a los nazis está claramente situada en el orden de genocidio, de crímenes contra la humanidad. Podríamos pensar que este concepto de genocidio se aplica en particular a Françoise por el número de abortos que asistió, pero no corresponden a un solo aborto. Otra experiencia contradice esta interpretación. Un hombre de unos cuarenta años que también ha seguido un proceso con Ayahuasca, se encuentra gravemente afectado durante una sesión con imágenes terribles del genocidio en Ruanda. Después de haber aceptado por compasión, compartir el sufrimiento de la población de Ruanda, más adelante en su sesión trata en vano de eliminar estas imágenes y esta sensación de angustia. No teniendo nada que ver con este trágico suceso político y frente a un sufrimiento intenso, comenzó a reclamar interiormente diciendo: "Yo no he hecho algo como esto, ¡yo no he matado a nadie para merecer vivir!". La sabia voz que se manifiesta a través de la Ayahuasca replicó: "Como estás tan seguro?". Y luego recuerda el aborto de su propio hijo que cometió hace muchos años. Este único aborto se le presenta en el mismo orden de genocidio colectivo aquel en el que colaborado. El número de abortos a los que Françoise ha participado radica más bien en su "calidad" de un oficial nazi, no de un simple soldado, sino un de "graduado" en el ejército de la Muerte.
Más allá de la imagen del genocidio, el aborto equivale a una elección fundamental que es el culto a la Muerte. Se trata no sólo de un rechazo pasivo de la Vida a través de la no aceptación de la vida particular del ser en gestación, sino de un posicionamiento activo de culto rendido al Espíritu de la Muerte.
El aborto es presentado a Françoise como una interrupción no sólo del proceso vital en el sentido fisiológico del término (que por supuesto ella sabía), sino como el obstáculo a la plena realización del futuro espiritual de cada niño. Debido a que estos niños no tienen un cuerpo sino un alma que sobrevive a la muerte física. La liberación plena del alma implica la muerte después de haber nacido en la luz del día. Es imperativo y necesario que estos niños nazcan para morir, es decir, pasar a la etapa de su transformación espiritual. Al no cumplirse esta ley espiritual, el alma sobrevive, pero es incapaz de completar todo el proceso que permita a su alma seguir su camino espiritual. Por ello será necesario que el ritual incluya la presencia material de un cuerpo físico nacido de la tierra y que aparezca en la luz del día después de la gestación (modelado). La reparación se completará con el regreso a la tierra de este cuerpo nacido de la tierra. El niño por nacer, aunque posea cuerpo y alma, es "incompleto" en el plano espiritual, ya que no tiene acceso al corazón y alma en este mundo. Sería una especie de aborto del cuerpo y el alma, inseparables, por lo que el niño, cuerpo y alma, quedan "en espera". Este niño se describe, de acuerdo con lo que Françoise ha oído, como en un lugar de "tránsito", a la espera, sin poder avanzar en su realización. Una vez que el ritual de la reparación se llevó a cabo, estas almas ascienden desde la tierra al cielo.
La otra condición que aparece como fundamental es el reconocimiento de la singularidad de este ser por la comunidad, comenzando por supuesto con sus propios padres. Esta singularidad de cada ser humano está representada por la adjudicación de un nombre. Esta es una señal de acogida, la bienvenida, la aceptación de lo que la vida le ofrece. Su nombre se pronuncia en voz alta como un signo de su humanidad reconocida. Como hemos dicho, la aparición del niño en el mundo no es sólo física, sino que incluye todos los aspectos de su naturaleza humana, incluyendo la social o fraternal (psico-afectivo) y la dimensión espiritual, el aspecto de la alianza con los demás y el "Todo - Otro". Su identidad tiene sentido en su filiación humana (su linaje y más allá de la del hijo de Adán y / o para aquellos que creen que Abraham) y su linaje espiritual (el hijo del Creador).
El entierro debe ser en la tierra cerca del río que pasa por Takiwasi. Podemos ver la señal de una nueva corriente de vida después de la muerte. Una anécdota ilustrativa ha sido contada por otra mujer que llevó a cabo el mismo ritual. Después del aborto que se realiza, no podía tener otro hijo. Un día, viendo la televisión, mira un documental sobre la caza de ballenas. En un momento, una ballena se iza en el puente del barco por medio de una grúa, y en pleno ascenso, el feto de una ballena cae de su vientre y se ahogar en el mar. Ella siente una emoción muy fuerte y la asimila a la pérdida de su bebé. Luego del ritual de reparación, ella tiene un sueño muy conmovedor donde ve a una ballena nadando en el río de Takiwasi y a su lado su ballena bebé viva y feliz, partiendo juntos al mar. La reconciliación estaba firmada y la madre y el niño van juntos hacia una nueva vida destinada a unirse al océano del "gran Todo". La llegada al mundo, a este mundo no es un acto fisiológico, sino un acto destinado a seguir un destino espiritual, hacia el otro mundo, el de la unión en inmensidad de la vida. El aborto divide las historias de la madre y el niño, desvía el curso espiritual de cada uno, mutila madre e hijo de su plena realización espiritual.
El aborto es, sobre todo, una transgresión espiritual importante. Esto es evidente en las experiencias que compartimos con Françoise, a su pedido de curación, lo que sin duda en su mente incluye la posibilidad de una curación física, algo le dice que ya está curada, mientras que, por supuesto, el estado físico no ha cambiado ya que murió unos meses más tarde. Pero ella está en paz consigo misma y lo confirmará en su fax póstumo. Y esta paz es, probablemente, el hecho de que a partir de su pedido concierne el significado de su enfermedad y que en este punto, se encontró plenamente satisfecha. La curación física podría haber venido como una gracia adicional que Françoise habría aceptado de buen grado, pero no la ha puesto como condición de su búsqueda de sentido. Al no ser un creyente, Françoise, sin embargo, plantea una cuestión del orden de lo espiritual, su búsqueda es semántica, ella se dirige al sentido profundo de su condición, siente que esta enfermedad tiene sentido y que se le escapa. De este modo, vuelve intuitivamente a su naturaleza humana que no se satisface de una explicación racional (médicos, en el sentido positivo de la palabra), sino que requiere una inteligencia que va al sentido de la vida y la muerte, es decir, una dimensión metafísica de la naturaleza humana. La "vuelta" antes de su viaje a Takiwasi desde el momento en que toma medidas para recuperar su esencia, busca las palabras que la nutran, la respuesta que satisfaga su hambre para la justificación. Su motivación es evidente e insiste para viajar a Perú a pesar de mi negativa inicial y tomar riesgos mortales de esta empresa. Françoise se convirtió en una investigadora de la verdad, a riesgo de su vida, y es la voz de la verdad que le va a responder.
Françoise no se posiciona como creyente y no realiza su pedido desde una perspectiva cristiana. Sin embargo, hemos observado, su pedido es ante todo de dimensión metafísica y no presenta ninguna resistencia a la incorporación de elementos cristianos en el ritual de la ayahuasca, ni en el ritual de abortos de reparación. Durante su experiencia con las plantas y rituales, no aparece ningún elemento simbólico propiamente cristiano. Sin embargo, para un cristiano, es difícil no reconocer a Aquel que es llamado el Camino, la Verdad y la Vida.
El "tierno cuidado del corazón de Jesús para la conversión de los pecadores" (Mt 14,14 y Lc 6,18) puede leerse en la humildad de Jesús de estar presente sin obligar, sin imponer, sin exigir la adhesión o la afiliación de su Iglesia. Se desvanece para dejar libre a Françoise, pero será la voz de la Sabiduría y la Voz de la Verdad. Él la salva primero a ella y no para ganar un adepto.
¿Quién más podría preguntar, "¿Quieres ser curado?". Y esta situación recuerda la curación del paralítico donde se ve principalmente la curación espiritual que está disponible a partir de la fe de los intereses (Mt 9,1-7) (Jn 5,6). Françoise también muestra este acto de fe a través de su poderosa motivación, su búsqueda de la verdad, atreverse a buscar una respuesta con sentido, poniendo en riesgo su vida. Se trata de una hija pródiga que, abrumada por el dolor, viene al Padre que da vida y se precipita hacia El para abrazarlo, incluso antes de que ella pida perdón (Lc 15,20). Ella pedirá perdón a su hijo y a todos los niños abortados durante el ritual de reparación... ella no tiene acceso todavía a pedir perdón directamente al Padre que ella ignora... y lo recibirá a pesar de todo. La Misericordia de Dios se manifiesta muy bien aquí, en este gesto de reparación tan pequeño en comparación a las faltas cometidas, pero tan grande por la sinceridad y la autenticidad de Françoise.
En la tercera y última sesión de Ayahuasca que siguió el ritual, Françoise ve una serie de pequeños corazones rojos elevarse de la tierra al cielo. Estas son las almas liberadas de los niños.
Si Françoise se enfrenta en lo que se ha convertido de manera no modificada, este reto no concibe ningún juicio. Jesús no ha venido para juzgar sino para ofrecer la salvación a los pecadores (Juan 3:17). Ella no está invitada a la auto-acusación de culpabilidad, marca de sugerencias demoníacas, sino al reconocimiento de la verdad sobre sí misma, su responsabilidad y al mismo tiempo las vías de acceso hacia el perdón y la curación se ofrecen a ella. Más bien es la culpa que la llevó a la rebelión y a la distribución de este peso en las acciones seudo-altruistas inadecuadas, de las que se libera. Jesús es ante todo un libertador y El la libera de sí misma, de la locura de su sufrimiento y de la manera despectiva con la que ella ha dirigido este sufrimiento.
También se reconoce al Padre en esta Misericordia que consiste en revelarle su falta para ofrecerle inmediatamente el perdón. Françoise hubiera sido arrasada si hubiera tenido la revelación de su función de "nazi", de la realidad de los crímenes cometidos, sin que abra la posibilidad de reparación. En esta pedagogía del reconocimiento del error, del pedido de perdón y de la reparación en actos, es el ser herido que es conducido a curar sus heridas. La revelación de su sombra está acompañada para tener a disposición los medios para separarse y esto es sin duda la marca de la obra de Dios.
La transgresión espiritual de Françoise es el haber rendido culto activo al Espíritu de la Muerte. Ante el sufrimiento, prefirió apoyarse en el odio antes que en el amor, negar su parte de responsabilidad en lo que ha sucedido, poner su culpabilidad en el afuera en lugar de acceder al perdón. Ahora vemos que más allá de su ignorancia y múltiples circunstancias que mitigan este error, éste no está eliminado. Y es precisamente mediante el reconocimiento de su responsabilidad que ella accede a su libertad en la dirección de la reparación. Si Françoise es la víctima pasiva de las circunstancias alienantes, ella no puede acceder a la condición de ser libre e incluso recuperar la dimensión espiritual de su naturaleza humana, la de un ser espiritual.
Pero además de abordar la preocupación central de Françoise y de ofrecerle una compensación por su salvación y la de los niños en cuestión, Dios la transforma en una semilla de vida. Su conversión (la techouva hebraica o la metanoia griega, diferentes de una adhesión a una religión o una iglesia) es pasar del culto a la Muerte al de la Vida, del oficial nazi a las que hacen retroceder las hordas mortíferas. Este es el cambio ofrecido por la misericordia del Padre. Vamos a explicar más adelante cómo este ritual, "personal" al inicio, se ha convertido en un ritual ofrecido a todos aquellos que tenga que desean reparar uno o más abortos. Françoise, la semilla de la muerte, por su gesto valiente y sincero, se convirtió por la gracia divina en una semilla de la vida. Por donde abunda el pecado abunda la gracia (Rom 5,20). Son las estructuras de su persona que se agitan y esta agitación anticipa una confusión, es decir, una conversión. Y esto es posible debido a Françoise, después de haber enterrado el espíritu de rebelión, acepta plenamente el veredicto de la curación espiritual, sin ver los beneficios a nivel físico. Françoise dio la vuelta, ha vuelto al Padre donador de la vida.
La batalla espiritual entre las fuerzas de la vida y la muerte se ilustran en la concepción de la batalla y la confrontación militar del Ejército divino del Dios Sabbaoth y del Ejército enemigo contra la vida del demonio, el Ejército de Satanás. Françoise se recubre con el uniforme nazi sin saberlo, del cual debe despojarse y convertirse en una Juana de Arco cubierta de la armadura de Dios (Ef 6, 12-17). El diablo, la atraviesa, separa a la madre de su hijo, tratando de dividir "lo que Dios ha unido”. Él quiere desviar su trayectoria de vida para transformarla en camino hacia la muerte, la destrucción, el odio. La reconciliación a través del perdón y la reparación, le permitirá, como la ballena y su cría, nadar en este nuevo impulso de vida, uno al lado del otro, hacia la Vida, el océano de amor que es la culminación de todo destino espiritual. El aborto es por lo tanto, un acto de rebelión que equivale a un culto supremo a Satanás. Esto es un acto demoníaco. La banalización del aborto en la escena social contemporánea conduce a una minimización de la gravedad que se recuerda aquí: una muerte, un infanticidio, un crimen contra la humanidad, nada menos.
Todo ser humano está en el deseo de Dios incluso antes de su concepción (Jr 1:05) (Ps 139, 15) y el aborto no sólo es un crimen contra el propio niño, sino también un rechazo manifiesto de la Voluntad y el Amor Divino. Es el hombre que se rebela contra Dios, despreciando y anulando Su Voluntad y tratando de hacer valer la suya propia. Es la criatura que desafía a su propio Creador. A través del aborto, el hombre se asocia a la rebelión de Lucifer y sus ángeles, se afilia a la Iglesia de Satanás. Representa la pérdida del conocimiento supremo, la negación de nuestra naturaleza humana, la de criatura, y en especial la de Dios como Padre de todas las comprensiones. Y la ligereza con la que los abortos se practican merece la oración de Jesús en la cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Sólo la sangre de Jesús puede reparar la sangre derramada de los abortos.
En la perspectiva cristiana, el alma no se encarna como si existiera en el cuerpo que proclama. También todo el vocabulario de la "encarnación" suena a hueco cuando sugiere una pre-existencia del alma y una desconexión de uno con el otro. Cuando decimos que Jesús es el "Verbo hecho carne", significa que la segunda persona de la Trinidad asumió la naturaleza humana: cuerpo y alma. El alma de Jesús se crea al mismo tiempo que su cuerpo, como cualquier hombre, y es su Persona divina que se encarna en este cuerpo animado. Por lo tanto, es muy ambiguo y equivocado decir que "el alma se encarna" y esta declaración banalizada solicita una corrección constante y sistemática. Las almas de los niños abortados no pueden expresarse plenamente informando al cuerpo con el que fue creado, es por eso que ella muere con la muerte de un bebé nonato. El problema antropológico y teológico es muy difícil de explicar realmente, pero la experiencia del sufrimiento de las madres que abortaron justifica el pedido del sacramental propuesto.
El ritual asume una función de interfaz entre el mundo de las realidades sensibles y aquellas de las realidades invisibles.
Después de la visita de Françoise, pensé que el asunto estaba cerrado y que se trataba de una experiencia única relacionada con una situación personal y se limitaba a eso. Sin embargo, nos enfrentamos continuamente con el sufrimiento de los abortos acontecidos entre nuestros visitantes. He descubierto que al menos la mitad de las mujeres que buscan llevar adelante un proceso de evolución personal en Takiwasi con la ayuda de las plantas, habían sufrido un aborto. Los casos reunidos señalan algunas constantes.
Cada vez que el tema surgió durante una sesión de Ayahuasca, éste fue vivido siempre por la madre como una profunda herida sin cicatrizar. Y aunque algunas mujeres afirman haber tomado esta decisión por muy buenas razones, de acuerdo con su cónyuge, en condiciones "ideales", sin sentir culpa a nivel consciente, la indagación de las profundidades que permite la ayahuasca, les reveló todo lo contrario. El aborto les mostraba sistemáticamente un acto contrario a la vida y frente al cual no había justificación racional. En los entornos más difíciles en los que muchas circunstancias parecen haber conducido inexorablemente a este acto, se mantenía la falta de fe en la Providencia.
El aborto implica consecuencias para el bienestar físico, mental y espiritual. Muy a menudo, en las revelaciones que emergen a través de la toma de ayahuasca, los vínculos entre el aborto y el sufrimiento en estos tres niveles van surgiendo. Algunas mujeres, por ejemplo, no explican su infertilidad, ya que anteriormente habían sido fructíferas. Otros casos, como el de Françoise presentaban diversos trastornos somáticos sin causa aparente. Muchos de los síntomas depresivos y diversos trastornos mentales derivan de los actos de esta naturaleza. Las relaciones emocionales y sexuales con el sexo opuesto estaban alteradas, a veces de forma grave y crónica. Estos vínculos entre el aborto y los trastornos psicosomáticos, lo que se llama médicamente síndrome post-aborto, están poco estudiados y, en general permanecen en silencio en la prensa e incluso en los círculos médicos. Esta conspiración de mutismo tiende a exonerar a la ley del aborto y mantiene a las mujeres en una falta de conciencia respecto de la gravedad de este acto, no sólo por el niño por nacer, sino también por su propio bienestar físico, mental y espiritual. Nos gustaría creer que ésta es una opción neutral filosófica y los opositores se presentan como los defensores de un moralismo fanático estrecho. Pero es una cuestión de la verdad y, aún sin recurrir a la fe o la adhesión a las enseñanzas de la Iglesia, es requerido por las consecuencias negativas medibles y comprobables, a partir de escuetos estudios epidemiológicos, es decir, si el mundo académico quiere tomarse la molestia para llevarlos a cabo.
El aborto reclama una indemnización y se puede reparar. Mucho antes de la llegada de Françoise cuya historia ha demostrado esta afirmación, una terapeuta durante cuarenta años, Blanche, había llegado a tomar ayahuasca por el interés profesional. Blanche estaba casada y tenía cuatro hijos con su esposo, con quienes vivía. Un quinto embarazo no deseado les parecía imposible teniendo en cuenta su edad, tienen cuatro hijos, su compromiso profesional... Ellos son parte de esas personas que eligen "razonablemente" un aborto de mutuo acuerdo y sin sentirse culpables de este acto. Su sorpresa fue grande cuando la sesión de ayahuasca le revela la gravedad de este acto y además le señala que está embarazada y esta vez ella no puede actuar a través de la ignorancia o la inconsciencia, que la aceptación de este último hijo reparará su mal comportamiento en el pasado. De hecho, Blanche estaba embarazada sin saberlo y de inmediato decidió quedarse con el niño que ahora tiene más de 20 años y cuyos padres no se arrepienten de haberlo tenido... lo que muestra que habría sido posible por el que fue abortado. En cuanto a Françoise, la revelación de su error ha sido acompañada por la posibilidad de una reparación inmediata.
Por otra parte, para muchas personas, el aborto ha jugado un papel crucial indirecto, pero esencial en los problemas de su vida. Se trata de personas que no se han estado comprometidas ellas mismas en la decisión de abortar sino el aborto de un ser querido ha tenido un impacto en su psiquis. Está el caso clásico del hermano mayor (o hermana) abortados por sus madres antes de su propio nacimiento. Este tema peligra de llevar, a partir de su nacimiento, la carga de la reparación del aborto anterior. Esta función inconsciente, transmitida por la madre puede producir fuertes trastornos de la personalidad. Esta función también puede ser consciente hasta el extremo donde la madre da al recién nacido el nombre pensado para el embarazo anterior: el niño es la vez, sí mismo y otro, y, además, un difunto (o un niño no nacido), un patrón psíquico que puede conducir a una disociación mental eventualmente profunda hasta evocar una estructura esquizofrénica. Muchos escenarios son posibles cuando al sujeto que va a nacer se le asigna, a menudo inconscientemente, el papel de sustituto que le impide convertirse en sí mismo, lo que perturba su identidad y el lugar, debido a lo tácito, en las situaciones psíquicas confusas e incomprensibles. Para los niños pequeños obligados a asumir un papel de reemplazo en un escenario que ignora, la configuración de la familia no está presente, no se integran y, por tanto, aparecen patologías mentales en diversos grados.
Basado en la experiencia de Françoise, el aborto provocado se corresponde exactamente con un asesinato que siembra la muerte no sólo de estos niños, sino también en el corazón de las personas que lo deciden o lo practican.
El aborto lesiona o mata en las mujeres algo en ella que es del orden de su poder de transmitir la vida, lo que se llama "instinto maternal", un término que evoca más la función de los animales que un acto de la procreación en la imagen de la creación de Dios. Esto fue confirmado por varios pacientes durante el proceso terapéutico con las plantas, quienes han tomado conciencia de un cambio en la relación con su madre desde el momento en que fue abortado, después de su nacimiento, otro niño. Este cambio se presenta a menudo como la pérdida de una relación cálida, a una relación más fría y distante, más mecánica: su madre ya no es la misma, la "corriente" ya no pasa de la misma manera. Se ha reducido su función materna y si sigue cumpliendo su función social, algo murió en ella en el plano psico-emocional. El hecho de dar la vida aparece como un acto mucho más allá de los acontecimientos del embarazo y el parto. El transmitir la Vida no se reduce sólo a lo biológico, al cuerpo físico, sino al don del amor constante e incondicional que ilustra en la mujer la dimensión de lo divino. La madre es, como la tierra, ante todo nutricia, la que da. Ella da su cuerpo para el nacimiento físico, pero también da su corazón para el nacimiento psíquico. Por su espíritu nacido en la vida espiritual, ella puede beneficiar el nacimiento espiritual para su hijo, a pesar de que es libre y no depende de la madre, sino de la persona misma. Este regalo es, más que una función, un don divino que ofrece a sus hijos. Es por eso que las mujeres pueden llegar a ser la madre biológica y psicológica en orden ascendente de la donación. Es la dimensión espiritual de la madre que facilita la maternidad psíquica y luego la maternidad física. Por lo tanto, también es posible ser madre psíquica y espiritual de los niños no biológicos (tal el caso de la adopción) y la madre espiritual de niños no-biológicos y no psíquicos (por ejemplo, los hijos espirituales de las mujeres que están comprometidas en la vida religiosa, incluso a distancia y de clausura).
En este contexto, es conveniente diferenciar el aborto producido del aborto espontáneo o involuntario. Por supuesto, el grado de responsabilidad en la muerte del feto es totalmente diferente. Por lo tanto, los abortos involuntarios son vistos como "errores o correcciones de la naturaleza" para los cuales no hay ninguna responsabilidad que asumir y no es necesario efectuar reparaciones. Sin embargo, la experiencia contradice, en parte, esta afirmación. En efecto, por un lado, a veces hay consecuencias negativas en la madre y en los otros niños como ya hemos descrito anteriormente, por ejemplo, en el papel atribuido a la sustitución de otros hermanos o en los trastornos físicos o psíquicos en la madre después del aborto involuntario. Por otro lado, el niño abortado de forma espontánea se encuentra en la misma situación que los niños abortados intencionalmente en cuanto a su evolución espiritual: poseen un alma que sufre y que no ha podido manifestar un cuerpo. Además, no es raro que las madres hayan tenido en un sueño o una intuición el sexo de este niño y el nombre que le daría. Sin excluir o confirmar la posibilidad del caso en que se trata simplemente de un "error de la naturaleza", lo que observamos es una forma de solidaridad o herencia transgeneracional. Una gran transgresión de un antepasado (por ejemplo, la abuela que aborta) se transmite en las siguientes generaciones hasta que sea reparado y perdonado. La madre no tiene responsabilidad por el aborto involuntario, pero ella puede heredar una responsabilidad familiar no asumida. Pudimos ver el caso de una maldición familiar de sus descendientes y que se manifiesta de esta manera. Esto nos enfrenta con el misterio del mal o el pecado, usando un término más religioso. La dimensión espiritual es esencial para abordar de manera comprensible los aspectos que la clínica pone en evidencia. Más tarde, cuando la reparación se aplica en estos casos, las liberaciones aparecen liberación y las curaciones físicas, psicológicas y espirituales se manifiestan
Al mismo tiempo que los pedidos aumentaban, yo también sentía la presión interna para reanudar el ritual de la reparación de los niños no nacidos y ofrecerlo más ampliamente, pero sin la garantía de que era del todo justo. Me pareció que yo podría estar atribuyéndome un papel que no me correspondía y que sobrepasaba mi función terapéutica. Es en mi marcha espiritual que he encontrado una respuesta a esta pregunta teniendo en cuenta que:
Este ritual posee de manera evidente la dimensión trans-psíquico que implica una acción del orden de lo espiritual. Pero esto no se trata de un sacramento. Este ritual es parte de la orden de los sacramentales (por ejemplo, el uso de agua bendita, la señal de la cruz, la veneración de un icono dedicado, etc.) cuyo acceso está permitido y recomendado a todos los bautizados: a través del bautismo, todo cristiano tiene tres funciones espirituales: "sacerdote, profeta y rey." Pero esta dimensión sacerdotal reside sobre todo en la posibilidad de ofrecer y de intercesión, especialmente en la palabra.
He descubierto que prácticas similares existen tímidamente dentro de la iglesia y que han comenzado a tomar fuerza. Particularmente en Francia, en el santuario de Cotignac (Nuestra Señora de Gracia, Var), cuya diócesis realiza dos veces al año el ritual de reparación de abortos. Con la obtención de los textos litúrgicos, descubrí que estaban muy ligados (y algunos idénticos) que había pensado que es necesario practicar.
Una vez que finalmente acepté asumir esta responsabilidad, la presión interna se detuvo inmediatamente y recibí una confirmación de que esto era lo que tenía que hacer. La práctica del ritual se vio fortalecida por los frutos de la reparación, la reconciliación y la sanación física, mental y espiritual. Posteriormente, un sacerdote fue nombrado por el obispo de mi diócesis para asegurar un seguimiento pastoral en Takiwasi para el personal, los pacientes y los visitantes que lo deseaban.
Después de la visita de Françoise, pensé que el asunto estaba cerrado y que se trataba de una experiencia única relacionada con una situación personal y se limitaba a eso. Sin embargo, nos enfrentamos continuamente con el sufrimiento de los abortos acontecidos entre nuestros visitantes.
Algunos grupos ofrecen el bautismo de los niños no nacidos lo que parece imposible: el Bautismo es un sacramento y el sacramento es una gracia dada a un ser vivo. El niño muerto no puede ser bautizado como una persona muerta no puede recibir la extremaunción. Por lo tanto, el ritual propuesto, que es un sacramental, no un sacramento, es importante porque se refiere a la misericordia divina más allá incluso de los sacramentos. La aplicación del bautismo de deseo (en este caso los padres y la Iglesia), incluso con la fórmula dicha ("Si Dios quiere"), requieren de una confirmación explícita del obispo, que debería referirse probablemente a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
No hay duda que se puede estar contento de que un sacerdote proponga una bendición de estos niños a la Virgen María, la Madre espiritual de todos los creyentes. Estos niños se convierten en poderosos intercesores con Dios por sus padres y con la mediación de la Virgen, también la madre de la intercesión.
Señalamos también para los que creen que el ritual de reparación no vale la absolución sacramental: si la madre es cristiana, debe confesarse con un sacerdote autorizado para darle la absolución en este caso muy concreto, el asesinato es un "caso reservado" al obispo, quien podrá delegar en un sacerdote, pero es necesario preguntarle.
Como hemos visto, este ritual no es propiamente católico en su formación ni en su elaboración. Sin embargo, hemos reconocido la intervención de la Misericordia divina brindada a todo ‘hombre de buena voluntad’, creyente o no. Sin duda, muchas ‘Françoise’ buscan la curación interior sin integrar de manera consciente la salida de la dimensión espiritual que comprende inevitablemente en el caso de los abortos. Este descubrimiento puede aparecer en el transcurso de un proceso terapéutico y conducir hacia el pedido de reparación, sin que esto signifique un reconocimiento de Jesús como Salvador ni de la Iglesia Católica como lugar privilegiado de la manifestación de Su gracia. Pero Jesús nos enseña ante todo que es la fe la que salva (Lc 8.48). Dios ha estado complacido que Françoise y todas las mujeres que ella representa, se beneficien de la gracia de su Misericordia.
Es por esto, que este ritual es un sacramental y no un sacramento, está abierto a todas las personas sinceras en su proceso y además, posee una relativa flexibilidad de ejecución y de puesta en forma para adaptarse a una gran variedad de situaciones y de contextos.
Deseamos exponer aquí la manera que procedemos en Takiwasi, pudiendo servir de referencia a otros terapeutas. No es nuestra intención pretender que esta sea la única forma en lo referido a los detalles, pero nos parece que las tres indicaciones de base surgidas de la experiencia de Françoise deberían ser mantenidas.
Moldeado de un cuerpo con arcilla que corresponde simbólicamente a la fase de gestación y luego al nacimiento. Con este objetivo, en rituales realizados en otros lugares, se ha propuesto la posibilidad de representar el cuerpo del niño por una muñeca. Esta opción nos parece inadecuada porque suprime a la vez el orden de la materia- la tierra- impidiendo más tarde el regreso a la tierra, así como la fase del moldeado donde el niño es amasado por la persona con sentimientos de amor y de acogida a partir de su llegada. El amasado recuerda el acto del artesano que permite que esta masa tome forma y muestre el proceso de formación y de diferenciación progresiva del niño. Las manos simbolizan este acto co-creador, expresan el corazón, ofrecen de la derecha y de la izquierda las energías permitiendo integrar armoniosamente, las funciones masculinas y femeninas para lograr un ser completo. Adán ha sido formado del polvo de la tierra (‘afar min haadamah) (Gn 2,7).
En otros lugares como Cotignac, donde hemos podido realizar el ritual de reparación, la presencia del niño está representada por una vela o un cirio encendido. Luego de este ritual, vimos claramente que esta liturgia estaba incompleta, por la ausencia de un cuerpo hecho de tierra, de materia. El uso de un cirio encendido podría recordar el momento de la bendición de estos niños como signo de la luz del espíritu, pero lo vimos inadecuado debido a la falta de un cuerpo de ‘carne’.
La asignación de un nombre que identifique al niño, y marque un reconocimiento y aceptación de su humanidad por la sociedad y en particular de sus padres. Es esencial que este nombre sea único como con los hermanos y no darle el nombre de alguien nacido de esta misma familia. Recomendamos evitar el nombre de un difunto a fin de evitar las confusiones de identidad familiar o prestarse a los fantasmas de reencarnación de un ancestro o de otra persona, lo que equivale a la falta de procedimientos de diferenciación de la unidad absoluta del ser por nacer.
El regreso a la tierra, el entierro que simboliza la muerte del cuerpo y la liberación del alma, se presenta como una condición esencial de la realización del ritual que permite el ‘nacimiento al cielo’. La cercanía del río en Takiwasi nos parece circunstancial y por supuesto, no es necesario
Más allá de estas tres condiciones que nos parecen indispensables para que el ritual tenga sentido y conserve su efectividad, indicamos algunas recomendaciones complementarias que corresponden a nuestra manera de proceder pero que pueden sin duda variar su forma dependiendo del contexto.
Este ritual es propuesto al final de un proceso terapéutico a fin que el sujeto sea lo más consiente posible del acto al cual se compromete. Esto le permite obtener más oportunidades y de extraer el sentido profundo de este proceso. No se trata de un sacramento, procedimiento en sí mismo (ex opere operato), pero de un sacramental (ex opere operantis), su efectividad depende de la posibilidad de inversión, la sinceridad o la fe de quien realiza el pedido así como de quien dirige el ritual. Si en el sacramento la efectividad es plena, en el caso de este ritual la eficacia y los resultados están ligados a los protagonistas y a la honestidad, la intensidad y la sinceridad de su intención. Una preparación previa asegura mejores condiciones de eficacia. Se trata de evitar una práctica que no será del orden ‘mágico’ donde los gestos tranquilizarán sin la presencia del corazón y del espíritu que condicionan el resultado de esta iniciativa.
Como todo ritual, éste debe ser encuadrado por un rito de apertura y un rito de cierre. Es esta condición que el ritual permite el establecimiento de un espacio-tiempo particular donde la función simbólica es operativa. El rito de apertura comprende un pedido de permiso al ‘mundo espiritual’ para que el ritual pueda ser efectuado y aceptado, y que toda deficiencia, error u olvido sea de antemano perdonado en nombre de la sinceridad del corazón y la humildad de aquellos que participan y de su deseo de reparar la falta cometida. Comprende también una narración de la intención de los que se comprometen con el ritual y de la finalidad buscada en este gesto. El ritual de cierre integra una manifestación de gratitud hacia la intervención activa del mundo espiritual en lo que viene de realizarse.
Es deseable que el ritual se realice en un lugar conocido, nosotros lo realizamos en la capilla de Takiwasi, bendecida por el obispo de la diócesis. Después del ritual de apertura, los participantes salen de la capilla para llevar a cabo el moldeado del niño, que tomará unos quince minutos. Insistimos que este modelado debe estar ocupado por sentimientos de amor, de pedido de perdón, de acogida, de reparación que da sentido al ritual. Explicamos que no se trata de un trabajo de artista donde la calidad estética tenga importancia, este moldeado debe ser libre, sin patrón, lo que permite los gestos de diferenciación, cada uno dando la forma que corresponde a su visión del niño por llegar: forma fetal, bebé completo, atributos únicos. Los niños así representados son levados a la capilla, simbolizando su nacimiento en la sociedad, a los hombres reunidos y los creyentes en la asamblea de los bautizados que es la Iglesia. Es ahí donde se da la bendición del niño y sus padres, con el agua bendita, a través de la persona que los representa, al mismo tiempo que su nombre es presentado en voz alta. Una vela puede ser encendida en este momento que va a representar el despertar del niño, el despertar de su inteligencia, de su conciencia, de su despertar espiritual. Esta etapa representa su existencia en este mundo. Se continuará con las oraciones de preparación de la muerte, luego de las cuales, cada uno va a salir de la capilla para enterrar al niño en un nicho cavado en el suelo elegido al borde del río. El responsable del ritual se acerca a cada persona y recita una plegaria que recuerda la aceptación plena de la ley divina y la felicidad de la liberación. Las personas se reúnen otra vez en la capilla para cerrar el ritual con las oraciones de agradecimiento y alabanza.
Nos parece esencial en el transcurso del ritual, disponer de varios espacios donde la persona está sola con el niño y puede dirigirse a él con su corazón y sus palabras, para establecer el vínculo. Es a partir del moldeado del niño y del entierro cerca del río. La persona manifiesta sus afectos y su intención en la manera de elaborar la representación del niño, como también la elección del lugar del entierro y los detalles de la sepultura. Durante este tiempo, el responsable del ritual reza para pedir el perdón de Dios e intercede por los niños, los padres de los niños, las personas que participan del ritual y todos los que directa o indirectamente han podido participar de abortos. Aquí, nosotros rezamos el rosario de la Misericordia divina. Como ya lo hemos señalado, para los cristianos, el aborto es una falta mortal que lleva a la muerte del niño, conviene que pidan el perdón en una confesión sacramental con un sacerdote debidamente autorizado a perdonar los abortos.
El ritual, en su totalidad, dura cerca de una hora y media. En la capilla sugerimos que cada persona adopte una postura física que le parezca la más adecuada para manifestar el respeto del lugar sagrado y permitirle una mejor reflexión. El responsable del ritual se encuentra de pie y se arrodilla para rezar individualmente a partir de la ausencia de los participantes.
Diferentes situaciones y preguntas se presentan regularmente frente a las que proponemos las siguientes respuestas:
Lo ideal es que la madre y el padre del niño abortado se presenten juntos para la reparación de su acto, lo cual no se presenta de manera habitual. Es por eso que casi siempre uno de los padres es el que efectúa el ritual. En la medida de lo posible nosotros aconsejamos consultar antes al otro progenitor para pedir su aprobación y la elección en conjunto de un nombre. Esta segunda opción se muestra a menudo imposible de llevar a cabo, debido a la separación de los padres a nivel de relación (divorcio, separación, muerte) o geográfica. En este caso asumimos que el deseo de un solo padre es suficiente para proceder con el ritual.
Hay, además, un cierto número de pedidos referentes a la reparación de un aborto por una persona que ha sido afectada sin ser el autor. Es el caso de un aborto efectuado por sus propios padres o por un miembro de su familia, o también por un ancestro o un miembro de la familia ampliada. Puede también tratarse de un aborto decidido sólo por la pareja del momento, sin aprobación o conocimiento de la persona y a veces mismo contra su voluntad. En este caso, la aprobación de las personas interesadas resulta imposible, así como la elección en común de un nombre. Esta aprobación, no necesariamente se obtiene de las personas que no tienen el mismo enfoque o animado por el deseo, o incluso la misma fe. En otras estas situaciones consideramos el deseo sincero de la persona que realiza el pedido, es una condición necesaria y suficiente para la realización del ritual de reparación.
En los seminarios que realizamos, las personas de fe desean unirse al ritual sin estar ligados personalmente o directamente por un aborto. Ellas eligen rezar por las intenciones de otras personas que realizan el ritual por motivos personales o para dedicar su plegaria para todos los niños no nacidos en el mundo o por los abortos genéricos, como por ejemplo el de su familia, su ciudad, de su país, etc. En este caso proponemos, como en el caso de Françoise, que sea modelado un único niño simbólico que representa todos los niños y que, al momento de la asignación de un nombre, sea elegido un nombre genérico (hemos explicado porque los nombres de María y Juan son parecen apropiados) o bien limitarse a manifestar en voz alta su intención al momento de la bendición del niño.
Algunas personas no pueden estar presentes (esencialmente por cuestiones geográficas) y nos piden de realizar por ellas el ritual dándole un nombre del niño no nacido por el cual esta intervención es solicitada. Otra vez, el deseo sincero del que pide es la condición necesaria y suficiente para que accedamos a su deseo y una persona voluntaria representa entonces a esta persona en el ritual. Las curaciones que continúan confirman a posteriori la veracidad de esta práctica.
Cuando el ritual es solicitado para varios abortos, si éstos son claramente identificados, se le pide a la persona de modelar un niño para cada aborto y de elegir un nombre específico para cada uno de ellos. Si por el contrario, los abortos no son identificados (en cantidad) o que si se presenta una duda o se trata de una reparación genérica (por los niños no nacidos de la línea de los padres, por ejemplo), un solo niño es modelado que los representa a todos y un nombre simbólico genérico, como ‘María’ o ‘Juan’, pueden ser elegidos.
La plegaria del ritual incluye un pedido de reparación no solo por los padres de los niños no nacidos, sino también por todos los que han podido participar ‘directa o indirectamente’ de estos abortos. Como en el caso de Françoise, terceros (en este caso su padre) puede proporcionar un fuerte incentivo para llevar a cabo este acto. El aborto supone casi siempre la asistencia concreta de un tercero para el acto abortivo. No podemos alejarnos de estas consideraciones ‘el espíritu del tiempo’ que banaliza este acto, libra de responsabilidades a los autores, reivindica a veces los ‘beneficios’, pervirtiendo el concepto de libertad. Esta corresponsabilidad o dicho de otra forma esta ‘solidaridad del pecado’ que se llama recíprocamente una solidaridad de la reparación.
Observamos que el padre aparece menos implicado a nivel de la responsabilidad del aborto y sus consecuencias. Lo que no quiere decir que está exonerado. Pero pareciera que la decisión definitiva le incumbe directamente a la madre, quien debe ser complaciente de manera más comprometida ya que su propio cuerpo está en juego. El consentimiento del padre es facultativo, a veces pasivo, pero el de la madre es necesario y activo. Pasa entonces, que es el padre quien rechaza al niño y fuerza a su compañera a realizarse un aborto.
Es también esencial para el padre de reconocer que los niños no nacidos surgen de él, existen en el plano espiritual y es entonces su padre y no simplemente un padre. Deberá integrar la presencia de estos niños como los hermanos y hermanas de sus hijos vivos, un defecto de este reconocimiento puede inducir a problemas psíquicos profundos y una herida espiritual también importante. Incluso si se ignoran estos abortos, su responsabilidad será menos probable, pero los vínculos inconscientes no menos activos.
Tarapoto, Perú, 8 de septiembre del 2010.