Una entrevista de Matteo Politi, gerente de investigación y desarrollo del Centro Takiwasi, a Jeremy Narby, antropólogo experto de la Amazonía peruana, sobre sus primeras experiencias en la selva.
MP: Desde 1984 han pasado 40 años desde tu trabajo de campo en Perú durante tus investigaciones de doctorado en Antropología. ¿Cómo ves ahora esa experiencia?
JN: Hace un tiempo releí mi tesis y debo decir que me sorprendí al constatar que estoy totalmente de acuerdo con lo que escribí entonces. Poco después de la tesis escribí el libro “Amazonie, l’espoir est indien” para un público más amplio que el estrictamente académico, basado en mi trabajo de campo durante el doctorado. Este libro fue apoyado por Nouvelle Planète como herramienta para difundir la cultura indígena y favorecer la financiación de proyectos útiles, como la titulación de los territorios a las comunidades indígenas, un ámbito en el que estaba involucrado. Unos años después, estos propósitos se difundieron ampliamente, por ejemplo, a través de la Cumbre de Río sobre la Biodiversidad o las giras de Sting y Raoni, que llevaron este mensaje al gran público.
MP: Después de tantos años desde tu tesis doctoral, ¿qué impacto ha tenido tu trabajo de titulación de territorios para las comunidades indígenas?
JN: En mis 35 años de actividad en Nouvelle Planète, logré titular cerca de seis millones de hectáreas de territorio, principalmente en la selva amazónica, para comunidades indígenas. Esto representa el 1% de toda la Amazonía actual. Un estudio reciente mostró que, donde los territorios son de propiedad indígena, el secuestro de dióxido de carbono es mayor incluso que en áreas protegidas como parques nacionales o reservas naturales. Esto demuestra que la estrategia funciona. En teoría, si otras cien personas hicieran lo mismo, podríamos conservar mejor la Amazonía. Sin embargo, esto sigue siendo una hipótesis no demostrada. De todos modos, la idea original de “Amazonie, l’espoir est indien” era mostrar que pueden existir estrategias eficaces para la conservación de la biodiversidad amazónica basadas en el involucramiento de las comunidades indígenas.
MP: En tu libro defines las prácticas agrícolas indígenas como “agricultura espiritual”. ¿Cuánto contribuye este enfoque animista para la conservación de la biodiversidad?
JN: La visión del mundo depende del contexto cultural de cada uno. En Occidente, la ciencia materialista sigue interpretando la vida vegetal de una manera que difícilmente reconoce esta subjetividad. Algunos pocos científicos hablan de inteligencia vegetal, pero estos conceptos aún están poco integrados en la vida cotidiana de las personas occidentales. La visión materialista racionalista nos ha llevado a creer que, como humanos, estamos en la cima de la cadena alimenticia, y que el resto de la naturaleza son recursos para explotar y empaquetar en plástico listo para su consumo. Tras tantos siglos de este condicionamiento, es difícil imaginar que la humanidad occidental pueda bajarse rápidamente del pedestal en el que cree estar, aunque debería hacerlo si la intención es cuidar el medioambiente.
MP: Sin embargo, después de 40 años de tu trabajo de campo en Perú, comienzan a verse resultados; muchas personas son cada vez más sensibles a los temas de sostenibilidad ambiental y respeto por la naturaleza; ¿qué opinas sobre eso?
JN: Efectivamente, hay muchas más personas que hablan de estos temas, pero muy pocas logran poner en práctica modelos de vida realmente diferentes, que incluyan la cultura animista indígena. Desde hace más de diez mil años, la humanidad ha domesticado plantas y animales, y desde hace más de tres mil ha justificado todo esto políticamente, científicamente y sobre todo religiosamente. Me parece difícil que un cambio real y masivo pueda ocurrir rápidamente, pero espero que mi percepción sea completamente errónea.
MP: Sin embargo, yo mismo observo un cambio rápido respecto a la visión de la naturaleza, incluso en los participantes de los retiros/dietas organizados por Takiwasi; esto también hemos comenzado a publicarlo en revistas académicas. ¿Cuáles serían los pasos a seguir?
JN: Vivir la experiencia de ciertas prácticas de medicina amazónica puede ser muy impactante para un individuo. Pero lo difícil es integrar estas experiencias al volver a la sociedad en la que vivimos nuestro día a día. La vida es el resultado de relaciones, por lo que resulta muy difícil vivir como quisiéramos tras una experiencia en la Amazonía cuando el contexto al que regresamos está tan alejado del modelo indígena que nos inspiró. Vivir el cambio que quisiéramos ver realizado en el mundo, como decía Gandhi, ya sería un gran éxito.
MP: ¿Cómo podemos actuar para fomentar un cambio en la visión del mundo natural? Si más personas experimentan prácticas indígenas, ¿podemos imaginar que este cambio ocurra de manera acelerada?
JN: Contar historias es una de las formas más efectivas de difundir nuevas ideas. El mismo “Amazonie, l’espoir est indien” es una historia, al igual que muchos otros libros o películas, por ejemplo. No creo, sin embargo, que ciertas experiencias, especialmente el uso de psicodélicos, deban considerarse una panacea para todos. Creo que es un error esperar que una experiencia de este tipo cambie la visión del mundo en cada persona. Al contrario, dependiendo del caso específico, pueden ser muy contraproducentes. El ego puede crecer desmesuradamente, o pueden desencadenarse crisis psicóticas. Claro, tampoco creo que estas sustancias deban prohibirse, pero al menos deberían ser de difícil acceso, de modo que exista un deseo profundo y cierto esfuerzo por alcanzarlas.
MP: Tanto tú como Jacques Mabit, cofundador y actual presidente de Takiwasi, han contribuido, quizás involuntariamente, a acercar mucho a los occidentales a la medicina tradicional amazónica. La Ayahuasca era prácticamente desconocida en Occidente en los años 80, cuando ustedes estaban en el campo en Perú. Hoy al menos se pueden observar algunos ejemplos de aplicación del enfoque amazónico en contextos occidentales, como retiros/dietas con plantas autóctonas en Europa. ¿Crees que esto podría llevar a una masa crítica capaz de generar un cambio de paradigma en la visión de la naturaleza por parte de la cultura occidental?
JN: Son experimentos muy interesantes y prometedores, igualmente pioneros como las investigaciones de campo en la Amazonía de los años 80. Creo que, con las debidas precauciones, experimentar en este sentido solo puede enriquecer el bagaje de conocimiento de cada persona; quizás incluso acercar a las personas a su propio entorno de origen. Sin embargo, los territorios mismos son muy diferentes. Por un lado, la Amazonía sigue siendo muy rica en biodiversidad y capaz de proveer alimentos y sustento para las comunidades que la habitan. Por otro lado, los paisajes occidentales, que han sufrido durante siglos el impacto de la deforestación y los procesos de domesticación por parte de la civilización agrícola, hacen impracticable una subsistencia como cazadores-recolectores.
Aunque válidos, estos experimentos corren el riesgo de generar ilusiones, ya que, en ciertos aspectos, aplicar el modelo indígena en el contexto moderno es inalcanzable. Hay muchos contextos en la Amazonía actual donde se ofrecen experiencias de medicina tradicional, y en estos casos se sobrevive gracias a la economía más que a la caza o recolección. Quizás en este sentido sea posible replicar un cierto modo de interactuar con la naturaleza integrando conocimientos indígenas. Sin embargo, es importante recordar, especialmente a los occidentales, acostumbrados durante siglos a sentarse en pedestales, recibir aplausos y hablar mucho de sus virtudes, que en general los indígenas no son de muchas palabras; tal vez sería útil integrar también esta actitud como una de las enseñanzas fundamentales inspiradas en la cultura indígena.