Edgardo Tuanama nació en la selva amazónica peruana, en la comunidad de Copalsacha, provincia de San Martín. Creció entre los suyos aprendiendo el idioma quechua y el respeto a la tradición de los antepasados, lejos de imaginar su futuro camino de curación. A los 17 años, siguió el consejo de un tío sanador "vegetalista" (persona que conoce y administra plantas maestras) y tuvo su primer contacto con la ayahuasca. Comenzó a purgar y se inició a la dieta de plantas como chuchuwasha, bolaquiro, ajo sacha y sanango.

Cuando tenía alrededor de los 30 años de edad, se dedicó aún más activamente a las dietas con las plantas, sin aislarse en la selva, pero respetando los principios básicos: no tener relaciones sexuales, evitar condimentos, ají, alcohol. Sus encuentros con otros sanadores se intensificaron.

Edgardo

El trabajo de las plantas en él se volvió cada vez más fuerte. Él cuenta: "Las plantas son como las mujeres, si te aman, te aman. No puedes decir te quiero, te amo, son ellas que deciden. A veces el trabajo se detiene cuando aparece en tu cuerpo algo negativo, entonces tienes que esperar y cuando pasa, nuevamente las plantas están allí para acompañarte en tu camino y comienzas de nuevo”.

Durante un encuentro con otros curanderos, recibió aliento y una propuesta de aprendizaje. Finalmente se sintió listo, con la condición de permanecer en el lado bueno del curanderismo y rechazar cualquier enseñanza que pudiera llevarlo a prácticas negativas. Al entrar al círculo de curanderos, se pondrá el traje blanco, la corona de plumas y los collares.

"Sentía cada vez más la protección de la "madre" (ayahuasca); ella me enseñó, me mostró cómo usar las otras plantas. Para seguir siendo un buen sanador, es esencial seguir siendo un hombre de honor, simple, humilde y honesto. Demasiados curanderos aman el dinero y no tienen vocación, pierden la seriedad, la energía y la voluntad necesarias, por lo que pasan al otro lado. La planta enseña al hombre a ser digno de ella”.

Edgardo proviene de un linaje familiar, su bisabuelo era un curandero, que introdujo su abuelo a las dietas, el cual a su vez hizo lo mismo con su padre, y luego fue su turno. "Un tipo de cadena que da un vínculo cada vez más fuerte con las plantas, las honro a todas y a veces estoy en contacto con ellas durante las sesiones".

Según Edgardo, las medicinas tradicionales y occidentales son complementarias, no hay competencia, y cada una contribuye con su parte al proceso de curación. El curandero se encarga de limpiar el cuerpo y la mente, el médico se encarga de la manifestación en el cuerpo de un desequilibrio.

“Una enfermedad enviada por Dios no se puede curar con medicamentos. Pero es necesario tener fe en las plantas, sino es mejor no tomarlas, ya que no actuarán y pueden causar otras preocupaciones”.

En 2010, Edgardo llegó a Takiwasi como personal de mantenimiento. “El primer año, me observaron, sospecharon mucho. El doctor Jacques y el doctor Jaime no autorizan fácilmente la ingesta de ayahuasca u otras plantas. Un día me invitaron a tomar plantas y ayahuasca, al mismo nivel que quienes lo solicitan. Luego vieron mi seriedad, mi trabajo y ahora me aceptan también como curandero. Me gusta trabajar en Takiwasi en un ambiente fraterno, en paz, lejos de las disputas y los celos”.

Un camino hermoso el de Edgardo.


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